Logotipo Danza del Diablo

He considerado prudente esperar un cierto tiempo para hablar en mi blog personal sobre algo que, como buena tijarafera, me ha indignado y lo sigue haciendo, pero menos. Es cierto eso de que el tiempo cura las heridas, pero quedan cicatrices. Nací en Tijarafe y me crié en ese pueblo del que tan orgullosa estoy y del que hablo allá donde voy. Y si por algo destaca este municipio es por su fiesta, bueno, perdón, nuestra fiesta -El Diablo de Tijarafe-.

Recuerdo, cuando era pequeña, como el pueblo se iba llenando cada 7 de septiembre, mis padres marchaban a trabajar al bar que tenían y yo me quedaba con mi abuela a esperar que se hicieran las 2 de la mañana para, desde la azotea de mi casa, ver ese festival de fuegos artificiales en el cielo. El Diablo por supuesto no lo veía, sólo distinguía un bulto negro y porque mi abuela me decía: “mira Leti, El Diablo viene para la iglesia”. Con los años, mis padres decidieron que no era bueno trabajar tanto -aunque aún hoy no lo han cumplido del todo- y me llevaron a mi primer Diablo, ese año lo vi aún más cerca, desde la azotea de unos amigos, justo al lado de la plaza. Inevitablemente crecí y comencé a correr El Diablo. Desde esa primera vez, mis amigos y yo hemos realizado el mismo ritual: por la mañana aparcamos el coche detrás de Casa Minda, nos vamos para casa y descansamos, por la tarde noche nos enfundamos los tenis, la camisa y nos vamos para el pueblo. Toca subir a El Lomo, a buscar las bebidas que sobraron de la romería, las colocamos en la nevera que mi padre tenía para ir a pescar, pero que ahora cumple otras funciones y comenzamos a calentar motores. No se crean, no nos emborrachamos, queremos estar lúcidos para recibir al señor de los terrores y danzar con él.

Este año, no iba a ser menos, hicimos exactamente lo mismo, aunque la fiesta estuviera salpicada por polémicas, políticas y rumores. Nos daba igual, era nuestra fiesta y la íbamos a disfrutar, ya si otros quieren matarse entre cruces de acusaciones, que lo hagan. A título personal, tengo que decir que, cuando estoy fuera de mi casa, de mi pueblo, y me siento un poco desanimada, entro en Youtube y veo los vídeos de El Diablo, da igual el año, 2007, 2008, 2009, el que sea. Todos, absolutamente todos, me ponen los pelos de punta, me suben el estado de ánimo y hacen que sienta un cosquilleo por las piernas que me invita a saltar y a bailar sin parar. Durante todo un año había estado esperando a que llegara ese día, el día en el que las emociones fluyen, el día en el que al son de la música esperamos a que aparezca él, haga su reverencia y comience el espectáculo.
No obstante, este año no fue así. No les voy a negar que me lo pasé bien, pues eso no es muy difícil, con un par de amigos siempre se hace una buena parranda. Pero noté algo raro en el ambiente, algo que me hizo pensar: “este diablo, no es mi diablo”. Con esa sensación extraña llegué a mi casa, me quité los tenis y me fui a dormir.

La sorpresa fue cuando vi el vídeo de El Diablo 2012, lo primero que se me vino a la cabeza fue: “¿qué han hecho con mi diablo?”. Desorganización y luces al más puro estilo Avalon Lounge. No señores, a mí este diablo no me pone los pelos de punta y supongo que no soy la única persona a la que le pasa esto. ¿Luces de colores? No son necesarias, señores. El diablo ya es espectáculo en si mismo, no necesita eso. Queremos ver una plaza repleta, con claridad, donde el principal protagonista sea él y que se note que está ahí. No un bulto negro entre destellos azules, violetas y verdes. En las tradiciones la innovación se convierte en un cáncer, sean fieles a lo que se ha hecho hasta ahora, pues gusta y emociona.

En otros vídeos he visto gente saltando, contenta, un Diablo haciendo reverencias, comunicándose en un lenguaje no verbal con los que estamos en la plaza. No crean que lo digo porque El Diablo lo corra Menganito o Fulanito, eso, al fin y al cabo, es lo de menos. Soy la primera que piensa que Tijarafe somos todos los tijaraferos y no un grupo de personas, por eso, no considero coherente que la danza de El Diablo tenga que recaer en una sola persona, todo en esta vida es caduco y esto no iba a ser menos. Pero intenten hacerlo con normalidad, sin abocar a nuestra fiesta al fracaso.

No voy a entrar en polémicas ni políticas, principalmente porque tengo la clara convicción de que la política lo infecta todo. No les voy a negar, me interesa la política, como supongo que a cualquier persona le interesará, quiero estar al tanto, pero hasta ahí. No crean que esto lo escribo porque soy de un partido o de otro, tengo ideologías, como cualquier ser humano de este planeta, pero no me considero afín a ningún partido, básicamente porque mi condición de periodista (no practicante por el momento) no me lo permite, estar afiliada a un partido sería cavar mi propia tumba profesional. Simplemente soy una tijarafera molesta, que no enfadada, que acogiéndose a su derecho de expresión opina. No necesito esconderme detrás de un seudónimo para exponer lo que pienso y siento como tijarafera. Soy Leticia Rocha Pérez, hija de Berto el del Bar Canarias y Remedios y no me siento orgullosa del resultado de la fiesta de El Diablo. Si alguien se siente molesto con mi palabras, ruego que me perdonen, pero hay que aceptar las críticas, este es mi espacio para opinar, de igual manera, si alguien discrepa con mis palabras, le invito a tomar un café y a hablar cara a cara sobre este tema.

Como bien dije antes, no voy a entrar en polémicas, no me importa lo que se haya dicho o hecho, lo único que aquí importa es que El Diablo nos siga emocionando. Quizás, y perdonen el atrevimiento, no todos seamos válidos -yo la primera- para realizar y llevar a un buen puerto nuestra fiesta, de la cual nos sentimos tan orgullosos los tijaraferos. Un consejo: no queramos convertir nuestro pueblo en un patio del colegio, donde un niño chincha al otro y este último llora. Tampoco recreemos en Tijarafe un plató de tele-basura, donde si tú me acusas de algo, yo te acuso de algo peor. Señores, un poquito de elegancia y sentido común. Al final, los principales afectados seremos nosotros, porque si acabamos con nuestra fiesta, no sólo terminaremos con una tradición, pondremos punto y final a un día en el que nuestros comerciantes y hosteleros engordan sus cajas, acabaremos con nuestra marca de identidad y destrozaremos un gancho que atrae una cantidad ingente de turismo. No seamos bobos, señores.