Hace bastante tiempo que no hablo de libros en el blog y no ha sido porque no haya leído, sino porque los que me había acabado hasta ahora no me aportaron mucho, la verdad. No obstante, hace un par de semanas comencé con el Diario de Ana Frank, lo tenía en una esquina de la estantería y siempre que lo veía me decía «tengo que sacar tiempo para hincarle el diente». A simple vista es una obra que, como comenté en Twitter , no incita a leer. Su formato -es un diario- hace que a mucha gente le parezca monótono, incluso aburrido. Desde ya les digo que nada que ver, si tienes un poco de paciencia y te introduces en el libro, comprenderás que es una historia que vivieron miles de judíos, por tanto, es real y que además la cuenta unan niña de unos 14 años, con todo lo que eso implica. Leer algo desde la perspectiva de un infante es totalmente genial, te hace ver las cosas desde otro punto de vista y te hace entender, de manera cercana, lo que supuso el antisemitismo, concretamente, en los años 40. Además de eso, personalmente me siento identificada con Ana y su pasión por la escritura, soñaba con algún día poder salir de su escondite y ser periodista, desgraciadamente la guerra no se lo permitió. He marcado y remarcado la página 279, pues las palabras que la niña escribió me parecieron sumamente hermosas. Las comparto:
«[…]Debo seguir estudiando, para no ser ignorante, para progresar, para ser periodista, porque eso es lo que quiero ser. Me consta que sé escribir. […] Yo misma soy mi mejor crítico, y el más duro. Yo misma sé lo que está bien escrito, y lo que no. Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir. Antes siempre me lamentaba por no saber dibujar, pero ahora estoy más que contenta de que al menos sé escribir. Y si llego a no tener talento para escribir en los periódicos o para escribir libros, pues bien, siempre me queda la opción de escribir para mí misma. Pero quiero progresar; no puedo imaginarme que tuviera que vivir como mamá, la señora Van Daan y todas esas mujeres que hacen sus tareas y que más tarde todo el mundo olvidará. Aparte de un marido e hijos, necesito otra cosa a la que dedicarme. No quiero hacer vivido para nada, como la mayoría de las personas. Quiero ser de utilidad y alegría para los que viven a mi alrededor, aun sin conocerme. ¡Quiero seguir viviendo, aun después de muerta! Y por eso le agradezco tanto a dios que me haya dado desde que nací la oportunidad de instruirme y de escribir, o sea, de expresar todo lo que llevo dentro de mí.
Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora?
¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías.»
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