El otro día, mientras caminaba por la calle entre ruidos de coches y aviones, bullicio de niños y el “din din” del tranvía, llegó a mis oídos,“la crisis no ha traído nada bueno”, frase que una señora con unos cuantos años a sus espaldas comunicaba de manera rotunda a otra mujer de no menos edad. Comencé a dar vueltas a la locución derrotista de la anciana, hasta que conseguí hallar con algo bueno. Yo le hubiera contestado, quizás ya era un poco tarde, pues la mujer hacía ya rato que había abandonado el lugar en el que se encontraba: “¿cómo que no? ¿y qué hay del rico vocabulario que hoy conocemos gracias a nuestros mandatarios? ¿qué me dice usted de las nuevas connotaciones que nuestras palabras han adquirido?”. Probablemente, la mujer me hubiera tirado uno de sus zapatos a la cabeza, pero yo, como integrante de la primera generación perdida de la historia reciente de España, prefiero sonreír y sacarle hierro al asunto.

Antes de que nuestra generación adoptara el calificativo de perdida, los brotes verdes salían en el campo cuando llovía, no en la economía. Los mercados eran la tienda de Concha, la de Toña, la de Serafín y la de Rosa, que, además, te daban la bolsa para meter los productos, y con el dinero que te sobraba te comprabas un bono.

Alemania era el país de donde venían los turistas, ahora es donde nos vamos a trabajar, para intentar pagar las hipotecas, que son una basura. Además, antes de la crisis nos apretábamos el cinturón si pasábamos hambre, ahora, nos lo apretamos y luego la pasamos. En tiempos pretéritos una persona rescataba a otra, en la actualidad, todo un país rescata a otro. Eso sí, en el pasado el rescatado confiaba en la persona que le iba a salvar su vida, ahora el país que se ahoga tiene, encima, que inspirar confianza al que “supuestamente” va a inyectarle una línea de crédito, ay no, perdón, que es un rescate, que diga, una línea de crédito, no, un rescate. Bueno, eso, el que va a dar dinero. Es que mira si somos ricos en vocabulario, que para una misma acción utilizamos cantidades ingentes de vocablos o expresiones.

Imagínate si la crisis ha enriquecido nuestras lengua que vamos a tener que proponer a la RAE que añada otro significado, aparte de los cuatro que ya tiene, a la palabra recortar:

recorte.
1.m. Acción y efecto de recortar.
2. m. Taurom. Regate para evitar la cogida del toro.
3. m. Méx. murmuración.
4. m. pl. Porciones excedentes que por medio de un instrumento cortante se separan de cualquier materia trabajada hasta reducirla a la forma que conviene.
5*. Puñeta que hacen los del Gobierno.

Al menos, cuento con una dosis cuantiosa de optimismo -qué remedio- que me ayuda a no escuchar y, por tanto, a no sucumbir a la pesadilla de las señales -poco- esperanzadoras que cada día se nos presentan, aunque muchos digan lo contrario. Yo sólo espero que con esta crisis, que comenzó siendo una ligera recesión, el que se ponga malo sea el banco y no yo. Aunque bueno, esto es relativo porque me tengo que pagar mis medicinas, pero también tengo que pagar las de él -el banco digo-. No obstante y, por si acaso, yo prevengo que he escuchado por ahí que ya la prima de alguien está corriendo riesgo. Y quien dice riesgo dice peligro, inseguridad, lance o fatalidad. .