Ya está, lo he conseguido. Me he leído lo último de Elvira Lindo, Mejor Manolo. Llevaba años esperando a que la artífice del niño de Carabanchel (Alto) volviera a escribir sobre la vida del personaje que me acompañó en mi infancia. Para hablar de esta relación comenzaré, como bien dice Manolito, por el principio de los tiempos.

Mi idilio -por así llamarlo- con el niño de las gafas que siempre le rompía Yihad, el chulo del pueblo, empezó gracias al Ayuntamiento de Tijarafe. Allá por finales de los noventa, mi colegio, que también se llamaba Tijarafe, organizó el primer concurso de narrativa con motivo del día del Libro, por lo que tanto mis amigos/compañeros como yo, por pura imposición de nuestra maestra, tuvimos que presentar un cuento. Expertos de todo el mundo vinieron hasta Tijarafe (si han leído a Manolito entenderán esta frase) para analizar nuestros creaciones literarias y en un alarde de sabiduría decidieron dar el primero premio a… ¡mí! Yo, que hasta ese momento no sabía que me gustaba escribir, recibí un beso del alcalde, otro de la concejala de Cultura y un libro de Manolito Gafotas, que sigue ocupando el puesto de honor en mi estantería.

A partir de ese día me declaré fan número uno -o dos, eso es lo de menos- de Elvira Lindo. En primer lugar por escribir los libros de Manolito y luego por ser periodista. Porque en el momento en el que el alcalde me dio el beso -que venga un político a hacerlo ahora- yo todavía no sabía que quería dedicarme a lo mismo que esta señora.

Desde que tuve en mis manos este primer libro, comenzaron mis paseos matutinos hasta la biblioteca municipal de Tijarafe, claro, para encontrar las demás aventuras del niño que tenía -y tiene- una amiga que se llamaba -y se llama- Susana bragas sucias y un amigo que responde como El Orejones. Pero como todo lo bueno se acaba, los libros también lo hicieron y ahí me quedé, desolada, triste, abatida, hasta que, hace menos de un mes, pude colocar a Mejor Manolo en mi anaquel personal.

El último contacto que tuve con el niño que llamaba -y llama- a su hermano El Ímbecil, fue gracias a los señores de Playstation que consideraron de vital importancia añadir al pack de una de sus consolas la película de Manolito Gafotas. ¡Qué obra del cine español! ¡Qué delicia! Me sé cada uno de sus diálogos. En verdad, la calidad de la película no es muy buena, pero… es de Manolito, lo demás da igual. Vale, es una birria, pero… es de Manolito.

Manolito, que ya no le gusta que utilicen ese diminutivo, consigue, aunque los años hayan pasado y ya no tenga ocho sino unos cuantos más, que pueda leer y leer sin notar siquiera que el tiempo pasa o que la gente me mire con cara extraña cuando comienzo a reír sola, en fin, logra transportarme hasta mi niñez, y eso me encanta. Respecto a Elvira Lindo, el trabajo de redacción que hace es magnífico, permite que, durante la lectura, puedas imaginar cómo actúan y se desenvuelven los personajes, cada uno con una identidad y estilo muy marcados. Y pensar que en algunos países ha recibido críticas e incluso ha sido censurada por escribir libros pocos pedagódicos. No saben lo que se pierden.