Cuando me enteré de que Carlos Ruiz Zafón sacaba nuevo libro, no me lo pensé dos veces y… me lo pedí para Reyes, que me lo podría haber comprado, pero con la Navidad tan cerca era lo que procedía. No obstante, aún no me lo he leído, pero no porque no haya querido, sino porque antes de comenzar su lectura, me propuse sacarme una espinita.
Hace ya muchos años me leí La sombra del viento, el libro con el que conocí a Zafón, sobra decir que me encantó, me fascinó cómo describe cada situación, cómo te traslada a cada uno de los momentos, es, en pocas palabras, magnífico. Sin embargo, se me escapa El juego del ángel. No me lo he leído porque ya son muchas las personas que me hablan de su mediocridad, aunque no me lo termino de creer, en un futuro me haré con un ejemplar.
Después de leerme La sombra del viento, me hice con Marina, otra obra fantástica que me ayudó a corroborar mi opinión y a asegurar que escritores como Zafón hay pocos. Pero me quedé con ganas de más Carlos Ruiz, y comencé a leer Las Luces de Septiembre, el último volumen de La Trilogía de la Niebla, no me pregunten por qué empecé por éste, será que me gusta empezar la casa por el tejado, como dice Fito y Fitipaldis. Sobra decir que me enganchó y que, para seguir con mi desorden, devoré El Príncipe de la Niebla, el primero de la trilogía.
Fue justo en este momento cuando Melchor, Gaspar y Baltasar, basándose en mi buena conducta a lo largo del año, decidieron premiarme con El prisionero del cielo, pero yo ya tenía claro que quería terminar con lo que había empezado. Por eso, hace sólo unos días acabé con El palacio de la medianoche, el segundo de la trilogía. Y llegados a este punto, puedo decir que me he sacado la espinita.

Ahora ya puedo atacar El prisionero del cielo, el libro por el que tanto hemos esperado. Ya les contaré qué tal está, me han comentado que es un poco flojo, pero como se suele decir “para gustos, colores y para colores, las flores”.